La retención matrimonial de un muchacho
Otro cuento favorito de los mapuches es el siguiente, conocido como Mangkian (nombre propio tradicional de hombre), narrado a Nelly Ramos por Maryano Alkapan, de unos 70 años, residente en el área de Kewle, en la provincia de Cautín, IX Región.
En Kewle hay un islote rocoso situado relativamente cerca de la costa. Visto desde la playa, tiene el aspecto de un hombre de pie en medio de las aguas. Maryano inició su relato señalando el islote:
Algunas versiones insisten en que Mangkian se enamoró de la roca.
En algunas versiones, el machi al hacer la rogativa para que la roca suelte a Mangkian.
En algunas versiones, es el mismo Mangkian el que advierte su destino como rey del mar.
Mangkian ha dejado la tierra y ha pasado a ser un habitante de las aguas, un Sumpall.
Dos de cada tres versiones de este cuento prosiguen como un re lato de Sumpall: Mangkian, transformado en habitante de las aguas, rapta a una muchacha terrestre para hacerla su mujer. Para poder cumplir con la etiqueta tradicional del matrimonio, la envía a la tierra para anunciar a su familia que habrá mafün. El día señalado, Mangkian hace salir a la playa toda clase de peces y mariscos para que los recojan sus suegros y cuñados.
El cuento de Mangkian es enigmático en el contexto de la sociedad mapuche moderna. En realidad, es tan contradictorio con la patrilinealidad y la virilocalización actuales, que más parece un relato procedente de una sociedad organizada en grupos matrilineales uxorilocalizados. En estas sociedades, el núcleo permanente de cada grupo está constituido por las mujeres, las cuales transmiten el parentesco y la filiación, de modo que los miembros del grupo son (matri)parientes y el matrimonio entre ellos está excluido por incestuoso. Esto significa que los hombres deben buscar pareja fuera de su mujer (uxorilocalización). Así, cada grupo recibe hombres desde fuera (aquellos que se casan con sus mujeres) y entrega sus hombres a otros grupos. Si la sociedad mapuche fuese de este tipo, el cuento de Mangkian sería cristalino, ya que podría interpretarse fácilmente como la presenta ción de un secuestro o retención matrimonial de un muchacho y su consiguiente cambio de residencia al grupo de su mujer.
La contradicción puede salvarse por medio de una hipótesis —de momento nada más que eso: una hipótesis— Se parte de la base de que las versiones más "genuinas" del epeo de Mangkian, son aquellas que terminan con la radicación del protagonista en el mundo de las aguas, como la versión narrada por Maryano Alkapan presentada más arriba, sin la extensión de Sumpall. Si esto es así, es plausible concebir que el epeo de Mangkian es muy antiguo y corresponde a un estadio anterior de la historia de la organización social de los mapuches, a uno precisamente en que esta sociedad estaba organizada en grupos de (matri)parientes, con matrimonio uxorilocalizado. Esto equivale a decir que a través de su historia, la sociedad mapuche ha evolucionado desde una antigua organización en grupos residenciales matrilineales, con matrimonio uxorilocalizado, hacia la patrilinealidad y la virilocalización actuales. El epeo de Mangkian puede ser interpretado, entonces, como un remanente (o "fósil") de la era matrilineal y uxorilocalizada.
En este contexto, la extensión de Sumpall, tan frecuente en las versiones modernas de Mangkian, puede entenderse como un incremento tardío tendiente a minimizar la contradicción de este epeo con el estado actual de la organización social de los mapuches. La hipótesis planteada no es contradictoria con el conocimiento histórico disponible. En efecto, según Ricardo E. Latcham, 1924, los antiguos mapuches vivían organizados en grupos constituidos matrilinealmente. Estos grupos estaban organizados como clanes, es decir, todos sus miembros tenían el mismo tótem, cuyo nombre era usado como denominación del clan como un todo, y como apellido por todos y cada uno de los componentes. En esta situación organizacional, los matrimonios eran uxorilocalizados y cada individuo trazaba su parentesco por la línea de su madre, o sea, tenía el tótem de su madre y estaba integrado a ese clan en particular.
El clan funcionaba como marco para la exogamia: el matrimonio entre personas del mismo tótem caía bajo el tabú del incesto y, en consecuencia, estaba terminantemente prohibido. Por ejemplo, era imposible el matrimonio de un hombre con su prima paralela materna (hija de la hermana de la madre) porque ésta era de su mismo tótem. Era permisible, en cambio, el matrimonio con la prima cruzada materna (hija del hermano de la madre) porque ésta era de otro tótem —el de su madre (de ella).
El epeo de Mangkian es comprensible en el entorno de la organización social antigua descrita por Latcham. Si Mangkian pertenece a un clan dado, sea el clan Mangke "cóndor", las mujeres Mangke son tabú para él. Puede abordar con propósitos matrimoniales —o simplemente eróticos— únicamente a mujeres de otro clan, sea el clan Kura "piedra, roca". Si la aproximación es exitosa, es concebible que inicialmente los Kura hayan debido retener por la fuerza al Mangke que se internó en su territorio, atraído por una mujer Kura; y que los Mangke hayan hecho todos los esfuerzos pasibles —físicos y mágicos— para recuperar a uno de sus miembros activos, hasta que la situación se hizo definitiva cuando el joven Mangke se resignó a formar pareja estable con la mujer Kura y a vivir entre los Kura. Precisamente, es así como finaliza el epeo de Mangkian.
La extensión de Sumpall con que frecuentemente se continúa hoy este epeo, es contradictoria con él: una vez radicado en el clan Kura, si el Mangke hubiera deseado tener una segunda esposa, cualquier mujer Kura soltera habría sido accesible para él —y cómodamente porque es taba allí a su alcance físico. Habría quedado, entonces, casado con dos (o más) mujeres Kura —situación que se describe como poliginia sororal: un hombre casado con dos mujeres que, entre sí, tienen el mismo tótem. Es obvio que la matrilinealidad y la uxorilocalización son el ambiente social más permisivo de la poliginia sororal. En este estado de cosas, de ninguna manera el Mangke pudo haber regresado a la tierra a buscar una segunda mujer porque: (1) las mujeres terrestes eran de su mismo tótem {Mangke) y tal unión estaba exluida por incestuosa; y (2) no habría podido llevarla a las aguas porque la práctica era la uxorilocalización: las mujeres de las aguas eran del clan Kura. Este clan recibía hombres de otro tótem, no mujeres: la extensión del Sumpall implica mínimamente virilocalización, y en este sentido, es contradictoria con el epeo de Mangkian en sí, pero es consecuente con la organización social mapuche actual en grupos virilocalizados. Pero como los grupos virilocalizados actuales son patrilineales, la extensión de Sumpall es en este punto en particular, contradictoria también con la organización actual: Mangkian volvió a la tierra y secuestró matrimonialmente a una mujer de su propio tótem —haya sido éste matrilineal (como en la antigüedad) o patrilineal (como en la actualidad). Una condición contradictoria puede así ser explicada considerando que la extensión de Sumpall es un agregado transicional.
Según Ricardo E. Latcham, a la llegada de los españoles la sociedad mapuche se encontraba en tránsito hacia la virilocalización y la patrilinealidad actuales.
Los hombres empezaron a trabajar la tierra de su grupo de origen —su grupo totémico matrilineal— y a traer mujeres de fuera, secuestrándolas de otros clanes. Ahora bien, el secuestro es una agresión, y según la pauta tradicional, el agredido busca la venganza de sangre —matar al secuestrador y recuperar la víctima, como en el epeo del Trülke wekufü. El agresor puede oponer la fuerza y entonces se produce la guerra intergrupal, situación muy frecuente entre los mapuches históricos. Alternativamente, si no desea la guerra, puede ofrecer una indemnización al afectado. En esto ha de verse el origen del formato matrimonial de ngapinmafün. Con el paso del tiempo, el rapto se hizo cada vez más simbólico, hasta desaparecer y quedar la situación de compra (ngillan) de la mujer, formato alternativo de matrimonio hasta hace relativamente poco tiempo.
Inicialmente, hubo sólo virilocalización, pero no patrilinealidad: los hijos siguieron tomando el tótem de su madre. Como dice Latcham:
No obstante, por mucho tiempo todavía, los hijos llevaron como antes los apellidos de las madres y en ese estado transitorio encontramos a la mayor parte de los indios de Chile a la llegada de los primeros españoles (1924:57).
En este estado de cosas, los mapuches residían en el grupo de su padre, pero llevaban el tótem de su madre, esto es, la localización era paterna, pero la filiación era materna. Esta situación es descrita —algo inexactamente— como "doble filiación"; y se prolongó hasta el siglo XIX, cuando los hijos empezaron a llevar el apellido del padre (Latcham, 1924:93), produciéndose el estado actual, con virilocalización y patrilinealidad.
Sería plausible considerar algunos rasgos actuales de la sociedad mapuche, tales como la poliginia sororal o el tabú sobre las primas paralelas maternas, como remanentes o fósiles de la era matrilineal. En cambio, otros rasgos, como el tabú sobre las primas paralelas paternas, han de ser interpretados como derivados de la patrilinealidad moderna, y otros, como el matrimonio preferente del hombre con la prima cruzada materna, compatibles con la matrilinealidad antigua y con la patrilinealidad moderna, han de ser interpretados como rasgos permanentes.
La extensión Sumpall del epeo de Mangkian puede interpretarse en el contexto de un momento de transición, en el cual hay virilocalización definitivamente asentada, pero la concepción del parentesco y el tabú del incesto no son claros, y por lo tanto, pueden operar en ambas direcciones —patri y matrilineal— o eventualmente, dejar de operar.
Otra perspectiva interesante para el epeo de Mangkian, deriva de una de las características del totemismo mapuche señaladas por Latcham, para quien: "...el tótem [entre los mapuches] no es el antepasado sino alguien con quien el antepasado formó alianza o consanguinidad" (1924:63). Inmediatamente surge la interpretación de Mangkian como el antepasado mítico mapuche, que forma alianza con una roca (Kura), animada de un espíritu femenino, la cual en términos de esta alianza, se transforma en el tótem originario. En vinculación con este punto, hay que tener presente la veneración mágica hacia las rocas altas de figura vertical, llamadas witral kura "piedras erguidas", atestiguada entre los mapuches hasta el siglo XIX (Guevara, 1925:273), de las que se creía que eran los cuerpos petrificados de la gente ahogada en el diluvio universal (Augusta, 1910:208-209). El epeo de Mangkian sugiere que, en realidad, para los antiguos mapuches, las witral kura eran las mujeres ahogadas, las cuales una vez transformadas en piedra, siguieron ejerciendo su atracción sobre los hombres sobrevivientes, los cuales se aliaron con ellas para repoblar el mundo. Algunas, como la roca de Mangkian, llevaron a sus maridos a vivir a las aguas, transformados en piedra, según la regla de la uxorilocalización antigua; otras se quedaron en tierra, junto a sus míticos maridos, en virtud de la virilocalización posterior.
Tal vez en un nivel más alto de abstracción, el epeo de Mangkian refleje el ideal mapuche de fusión entre el hombre y la naturaleza. Si esto es así, explicaría por sí mismo el arraigo de este epeo entre los mapuches actuales, a pesar de sus contradicciones factuales con la organización social moderna.
— Adalberto Salas. El Mapuche o Araucano. Fonología, gramática y antología de cuentos. (1992: 229, 231, 232-237)