a su obra, "Vida y Costumbres de los Indígenas Araucanos en la Segunda Mitad del Siglo XIX. Presentadas en la Autobiografía del Indigena Paskwal Koña (Kuyfike Mapuche yem Chumngechi ñi Admonefel engün)"
El libro presente ha nacido paulatinamente, por pedazos. Para poder ejercer el ministerio sacerdotal entre los araucanos era indispensable aprender la lengua mapuche, y las publicaciones del Dr. Lenz y del P. Félix José de Augusta me mostraban el camino para su adquisición. Pero la convicción de que un idioma tan extraño al sentir europeo como el de los indígenas chilenos, se puede aprender bien sólo por el trato oral constante, me indujo a llamar a la Misión de Budi al jefe de reducción Paskwal Koña, un indígena legítimo de la antigua raza araucana, pero bastante instruido y dotado de una vida psíquica muy rica. Con el me dediqué, sobre todo durante los meses de invierno de los años de 1924 hasta 1927, al estudio de la lengua y trataba con él toda especie de asuntos, ocupaciones, costumbres y usanzas. Apunte literalmente todas las explicaciones que me dictó, si me perecían de interés.
Tengo que insistir en el hecho de que mi interés era al principio puramente lingüístico, porque así tan sólo se explican muchas particularidades del libro. Muchos trozos contienen de los hechos y de las costumbres una descripción mucho más detallada de lo que lo habría exigido un tratamiento sistemático, científico. Algunos asuntos tratados tal vez son insignificantes en sí, pero de una relación resulta un material interesante para nuestro conocimiento de palabras y significados, giros y construcciones que todavía no se han registrado en los diccionarios publicados.
El interés lingüístico era también el que me hacía pensar en una publicación de mis apuntes. El misionero jesuita P. Bernardo Havestadt dice en la introducción de su gramática Araucana del año 1777 : “Como los Andes sobrepujan todas las demás montañas, así la lengua chilena supera todas las demás de tal modo que quién conoce bien el idioma chileno, ve todos los demás como en un espejo muy por debajo, y comprende claramente cuanto en ellos es superfluo y cuantos les falta”, Aunque se considere como exagerada esta fórmula es un hecho innegable que la lengua mapuche una vez vencidas las primeras dificultades ejerce una atracción irresistible sobre todo amigo de los estudios lingüísticos por la absoluta regularidad de sus elementos morfológicos y sintácticos, por la increíble riqueza de expresión de sus verbos y, particularmente, por la inimitable precisión y concisión de que es capaz por medio de sus transiciones y partículas intercalares ( de facto y estado, tiempo, afirmación y duda, movimiento y dirección, etc.). Esto último es lo característico del idioma araucano. Es verdad que carece en alto grado de la cristalización del pensamiento que se expresa por los sustantivos abstractos, pero aún así es incomprensible que la lengua de un pueblo de tan baja cultura haya podido llegar a una perfección técnica tan completa como se muestra en los capítulos de este libro.
El desarrollo de las descripciones y narraciones a menudo es muy pesado y lento, pobre en ideas, pero rico en palabras. Esto corresponde al término medio de la cultura del indígena. Que es incapaz de resumir las ideas principales en pocas palabras, prescindiendo de lo secundario. El mapuche enumera todos los detalles ; él no domina la materia, sino que la materia lo domina a él ; lo narra todo o no dice nada. Su pensamiento, como su vida, está restringido a lo real. Para dar una imagen fiel del estado mental indígena y una exposición idiomática de su lengua, hay que conservar intactas todas las expresiones de su lengua, hay que conservar intactas todas las expresiones de su pensamiento. No se trata aquí de ensayos científicos abstractos sobre las costumbres araucanas, sino de simples relatos, que conservar el olor autóctono del terruño que les inspira el dictado de un indígena legítimo de sangre pura.
Esa autenticidad y originalidad dará tal vez a estos apuntes algún valor para el estudio de la etnología y antropología del indígena chileno. La etnología comparada ganará sin duda algunos hechos nuevos, que darán nuevas luces a las investigaciones científicas reunidas en las obras de Guevara. Lenz P. Félix José de Augusta, Manquilef, Latcham y otros autores de los últimos decenios, que han tratado de iluminar la obscuridad de la ruca indígena.
La traducción castellana no es literal, pero sigue en lenguaje corriente bastante exactamente el modelo de araucano. Así se explicarán ciertas rudezas inevitables, pero perdonables en vista del carácter distinto de los dos idiomas. El fin principal del libro no está en la traducción, sino en el material lingüístico araucano. La versión española se amolda al original en cuanto sea posible ; así también el lector que ignore la lengua mapuche obtendrá una idea clara del modo de pensar indígena. La fonética empleada es la misma que estableció el Dr. R. Lenz, el padre de los araucanistas modernos, que también aplicó el P. Félix José de Augusta ; las reglas gramaticales que el P. Félix estampó en su gramática y precisó en ciertos puntos en su magistral Diccionario, reciben de estos textos nueva corroboración.
El mérito del libro -si acaso tiene alguno- se debe al difunto cacique Paskwal Koña. Quien, con su ánimo fresco imperecedero y su buena voluntad servicial dictó la gran mayoría de los materiales de que se compone el libro. El bondadoso Dios le habrá dado ya la recompensa en la eternidad a la cual entró a la edad de unos 80 años el 28 de Octubre de 1927, después de haber terminado en la mañana del mismo día el dictado de las últimas palabras de su obra.
Como Pascual desde hace años de había apartado de los ritos paganos de sus antepasados, los capítulos 17 y 18 , que describen la usanzas religiosas primitivas de los araucanos, no son obra suya, sino debido a un indígena bien versado en esas prácticas y hermano de un machi. Los dos cuentos narrados en el capítulo 21 me fueron comunicados por el indígena Ignacio Marfil, sobrino de Paskwal Koña. A él y a todas las personas que me ayudaron, expreso aquí mis más sinceras gracias.
Una actitud más profunda debo y rindo al sabio Néstor de los modernos araucanistas, Dr. Rodolfo Lenz de Santiago, que, sacrificando el reposo de su bien merecida jubilación, hizo posible con su generosa colaboración la publicación de este trabajo.
Ernesto Wilhelm de Mösbach