El rapto matrimonial de una muchacha
Los textos literarios son actos de discurso, y en cuanto tales, son eventos intraculturales. Esto es particularmente importante en relación a la literatura oral de las así llamadas "sociedades primitivas". En el caso de los epeo, esto significa que el narrador y su auditorio son mapuches, que comparten la lengua del relato, el mapudüngu, y la cultura global que le sirve de trasfondo. En otras palabras, el contenido del epeo es mapuche.
No es nada difícil preparar para el público hispanohablante una traducción relativamente fiel de un epeo, pero ésta necesariamente ha de venir complementada con información cultural, tanta como sea requerida para permitir una comprensión del texto lo más cercana a la perspectiva de un auditorio mapuche. Sin los datos culturales apropia dos, la traducción aparecería como una anécdota pintoresca y trivial, desprovista de mayor significación. Sirva de ejemplo la siguiente versión de uno de los epeo favoritos de los mapuches: el Sumpall, narrada en 1978 por Manwel Longkomil.
Al primer contacto, el cuento parece trivial e insignificante: una simple secuencia de acontecimientos, sin mayor sentido, intrascendentes y gratuitos o absurdos. Por supuesto, falta información léxica, concretamente, en ninguna parte se dice qué es Sumpall o mafün; pero aun infiriendo que Sumpall es un habitante de las aguas, y que mafün; es algo así como una especie de pago por la novia, no se adelanta mucho en la comprensión del cuento.
Es legítimo preguntarse por qué el cuento del Sumpall les gusta tanto a los mapuches, lo que está a la vista en la gran cantidad de versiones en circulación. Seguramente será porque para ellos el cuento tiene un significado que escapa a los extranjeros: les dice algo que está más allá del significado literal de las palabras, frases, oraciones y párrafos que componen el texto. El cuento del Sumpall es una creación espiritual mapuche y sólo es comprensible para quienes son herederos y partícipes, protagonistas y creadores de la cultura mapuche.
Así, un mapuche percibe el cuento del Sumpall desde la perspectiva de su conocimiento, vivencias, experiencias, actitudes y creencias, procedentes de su cultura tradicional. Como mapuche, está en posesión del trasfondo cultural necesario para comprender el relato. Cono ce los supuestos culturales sobre los cuales el narrador construyó su historia.
Si el extranjero quiere vislumbrar el significado del epeo del Sumpall —o, lo mismo da, de cualquier otro epeo—, debe aprender a enfocarlo desde la perspectiva interna mapuche. Dicho de otro modo, debe tratar de aprender todo lo que un mapuche sabe y que le permite entender el cuento del Sumpall en particular, y el epeo en general: debe tratar de adquirir los antecedentes culturales apropiados.
Para el hombre primitivo, el origen de la vida humana individual fue un misterio al que dio las más variadas explicaciones. En los pueblos europeos se creyó que la concepción implicaba un flujo de la sangre de ambos progenitores hacia la criatura, de modo que cada persona llevaba una mezcla de la sangre de su padre y de su madre. Así, incluso hoy, se habla en sentido recto —no en sentido metafórico— de "parientes consanguíneos" (o sea, de la misma sangre), en oposición a los parientes por alianza o matrimonio —los llamados "parientes políticos". En estas condiciones, cada individuo traza su red de parentesco por la línea de su padre y de su madre.
Otros pueblos, como los aranda de Australia, creyeron que el hijo estaba latente en la mujer, ignorando o minimizando la función del hombre en la concepción. Obviamente, en estos casos, las personas trazan su parentesco por la línea de las mujeres. Se habla, entonces, de una sociedad matrilineal. Otros pueblos, entre los que se encuentran los mapuches, creen que el hijo está latente en el hombre, y que la función de la mujer es sólo la de proporcionar al hijo un lugar confortable en sus entrañas para que crezca hasta poder salir al mundo. En estos casos, el parentesco corre únicamente por la línea masculina, y se habla entonces de una sociedad patrilineal.
En la sociedad mapuche, el parentesco es patrilineal, es decir, cada individuo toma de su padre la filiación y traza su red de parientes solamente por la línea paterna.
En este estado de cosas, la red de (patri)parientes constituye para los mapuches el marco que delimita la exogamia: para hombres y mujeres mapuches, las personas de su misma filiación caen bajo la prohibición o tabú del incesto. En otras palabras, nadie puede buscar pareja entre las personas situadas en su red de (patri)parientes.
Lo anterior significa que, dada la concepción patrilineal del parentesco, los hombres mapuches deben buscar mujer en otras familias que no estén patrilinealmente vinculadas con la suya, por ejemplo, entre las hijas del hermano de su madre. En consecuencia, cada familia recibe mujeres desde fuera —aquellas que se casan con sus hijos—, pero debe entregar sus hijas a otras familias —las de los hombres que las toman en matrimonio. Los hombres forman el núcleo familiar permanente, en tanto que las mujeres forman la periferia circulante.
Ahora bien, el matrimonio mapuche es virilocalizado, o sea, la nueva pareja se instala en el lugar de residencia del hombre. En la práctica, esto significa que con su matrimonio la mujer mapuche se aleja físicamente de su familia de origen.
Hasta su instalación forzada en reducciones, a finales del siglo pasado, los mapuches vivían organizados en grupos llamados lof, cada uno formado por un cierto número de familias patrilinealmente vinculadas entre sí. Cada lof estaba integrado, entonces, por personas del mismo linaje o filiación (künga).
Así las cosas, el hombre debía buscar pareja fuera de su lof, ya que la unión con las mujeres de su grupo le era imposible porque eran de su mismo linaje y le estaban excluidas por el tabú del incesto, con la misma fuerza coercitiva con que en la civilización europeo-occidental está impedido el matrimonio entre hermano y hermana.
En la sociedad mapuche tradicional, el mecanismo normal de matrimonio era el rapto (ngapin). El hombre se dirigía a un lof vecino y raptaba a una muchacha soltera (üllcha domo o simplemente üllcha). Huía con la muchacha a los bosques y, a los tres o cuatro días, regresaba con ella a su propio lof. El conflicto que invariablemente seguía al rapto era subsanable por medio del pago de una indemnización —que evitaba la guerra entre los lof comprometidos en el incidente. Paulatinamente, el pago de la indemnización fue institucionalizándose hasta formar parte de la ceremonia matrimonial en sí, en calidad de "precio de la novia".
El mecanismo operaba así: el padre del hombre enviaba mensajeros al padre de la mujer para hacerle saber que ésta había sido raptada con fines matrimoniales, y le ofrecía formalizar la alianza mediante la entrega de una indemnización por la pérdida de un miembro activo de la familia, consistente por lo general, en animales (equinos, vacunos, ovinos) para el padre y ropa y joyería para la madre. El pago de la indemnización se llamaba mafün, y su aceptación consumaba oficialmente el matrimonio. La nueva pareja, acompañada de la familia del novio, llevaba el mafün a casa de los padres de la novia. Se celebraba una fiesta al término de la cual, la muchacha se despedía de sus padres y se integraba al lof de su marido, en consonancia con la regla de la virilocalización del matrimonio.
Así, el matrimonio tradicional se realizaba en dos etapas sucesivas:
- el ngapin o rapto de la novia desde su lof: y
- el mafün (llamado también kullito) o pago de una indemnización o precio de la novia a los padres de ésta, por parte del novio y su familia.
En su formato tradicional, el rapto era real y contenía un importante elemento de violencia física, tanto en el momento del rapto en sí, como en la retención de la muchacha hasta el momento del mafün. En un pasado más reciente, el rapto en sí se ha hecho teatral o ficticio, y el componente de violencia se ha reducido a un mínimo puramente simbólico. En algunos casos, se ha llegado a obviar completamente la etapa del rapto, haciéndose directamente una oferta de mafün al padre de la mujer. El formato más moderno dentro de la matriz tradicional, es la huida de la pareja por acuerdo mutuo, lo que de alguna manera libera de la obligación del pago del mafün.
El epeo del Sumpall adquiere sentido si se lo considera en relación a la forma tradicional del matrimonio mapuche. Desde este punto de vista, se advierte fácilmente que el texto en sí, no es aleatorio ni gratuito, sino que está organizado en términos del mecanismo tradicional del matrimonio: rapto (ngapin) y pago (mafün). La muchacha ha sido matrimonialmente raptada por un Sumpall, que entregó la indemnización apropiada, después de lo cual, la recién casada regresa al mundo de las aguas, donde le corresponde vivir con su marido y la familia de su marido. Abandona su vida terrestre y pasa a vivir como un Sumpall, en la nueva situación que ha adquirido por su matrimonio.
El auditorio mapuche percibe este epeo desde la perspectiva de su cultura tradicional, que le da los antecedentes necesarios para que el relato tenga sentido: la concepción patrilineal del parentesco, la organización en pequeños grupos de familias del mismo linaje, el tabú del incesto en el interior del linaje y el matrimonio exogámico, organizado en dos etapas, ngapin y mafün; y la regla de virilocalización del matri monio.
En términos de estos supuestos culturales, el auditorio mapuche sabe que el Sumpall debe buscar mujer fuera de su grupo (lof), ya que las mujeres que hay en éste son sus (patri)parientes y le están prohibidas por el tabú del incesto. Sabe que para los efectos de la perpetuación del linaje de los Sumpall, no importa que las mujeres no lo sean —ni deben serlo— ya que el parentesco y la filiación corren por la línea masculina. Sabe que si el Sumpall quiere formar su familia individual, deber raptar en la tierra a una mujer y pagar por ella, o sea, realizar formalmente los dos pasos tradicionalmente prescritos para la celebra ción de un matrimonio. Sabe que la aceptación del pago consuma el matrimonio, con todas las consecuencias sociales del caso, entre otras, que la novia debe abandonar su familia de origen e integrarse a la fa milia de su marido. Sabe que si la muchacha fue sola a la orilla del mar, se ha puesto a sí misma, dentro de los cánones del comporta miento femenino, en la situación de hacer saber a sus eventuales observadores que está soltera y disponible para el rapto matrimonial. Este conocimiento previo es el componente más importante en la perspectiva intracultural del epeo del Sumpall.
— Adalberto Salas. El Mapuche o Araucano. Fonología, gramática y antología de cuentos. (1992: 120-124)