El segundo epeo presentado, coincide con el primero en el carácter nocturno de la vida de los difuntos y en que no hay diferencias perceptibles en la apariencia y en el comportamiento de los muertos y de los vivos. Los difuntos deben reposar de día, transformados en pedazos de carbón; hacen vida social, buscan pareja, necesitan alimentarse y ocasionalmente, desean consumir bebidas alcohólicas, que les producen la misma intoxicación que a las personas vivientes. Sin embargo, hay una diferencia cualitativa: el comportamiento de los difuntos no produce efectos visibles en el medio —no están sujetos a las leyes que rigen la materia. Beben chicha, se embriagan y se comportan como ebrios, insultándose y peleando, pero no producen disminución en el contenido de la cántara. Golpean con hachas los postes que sujetan el soberado, pero los postes siguen intactos. En mapuche, esta situación se verbaliza diciendo que actúan rü am "sólo en espíritu".
Todos los sistemas dejan lugar para variaciones en sus manifesta ciones formales externas, como las que se aprecian en el siguiente relato, narrado por un adulto joven, no identificado, presumiblemente procedente de la costa de la provincia de Cautín, IX Región, a juzgar por la selección de la variante apeo —en vez de epeo, forma normal en el llano central. Es un texto muy fragmentario, posiblemente desgajado de una secuencia narrativa mayor, y presentado en un mapudüngu más bien precario y poco elaborado.
El único elemento realmente diferente en esta variante, es el que en ella los difuntos se transforman en aves {kawkaw, un tipo de gaviota, traru, un ave de rapiña, parecida al halcón) y no en carbón. Los componentes profundos son los mismos que aparecieron en los otros dos epeo. Algunas otras variantes se vinculan con el comportamiento del barquero. En el relato de Manwel Longkomil, el barquero pregunta a la mujer la causa exacta de su muerte: chem(m)eo am t'a l'aymi, kura üñapuwe meo kam re üñapuwe meo müten?, "¿de qué has muerto? ¿de veneno de piedra o de veneno corriente no más?", solamente con el objeto de determinar el punto por el cual el alma debe cruzar el río. Si la mujer hubiese muerto de veneno de piedra, la habría cruzado él mismo en su canoa, pero como murió de veneno corriente, la envió a un punto situado aguas abajo. Nótese al pasar, que para los antiguos mapuches, si la muerte no estaba motivada por causas visibles, tales como golpes, heridas, edad avanzada, etc., se debía entonces a acción del veneno provocada por un brujo (kalko). Un veneno excepcional mente maligno era el veneno de piedra, concebido como hecho de raspaduras de piedra, puestas en la comida del afectado. Las raspaduras se alojaban en la vesícula biliar, produciendo la muerte al año, sin que hubiese remedio capaz de contrarrestar su acción. En otros epeo, el barquero se asegura de que el difunto haya cumplido en vida con el ritual del kopawün, como en el siguiente diálogo:
l'an: kopawün may
difunto: me hice el kopawün, ciertamente
Quien no se ha hecho el kopawün no ingresa en el país de los difuntos, sino que queda en el mundo de los vivientes, vagando por las noches, en eterno sufrimiento.
Para resumir, los epeo de difuntos presentados aquí revelan una concepción de la muerte como una segunda vida, que tiene algunos atributos propios, como el de ser nocturna, ser eterna —en el sentido de que no está seguida por una tercera vida, y ser etérea —en el sentido de que no tiene repercusiones en el mundo material.
El locus de los difuntos es un lugar natural, delimitado, pero no discontinuo del locus de los vivos. El tránsito entre ambos mundos es posible, lo que permite la interacción entre los habitantes de ambos mundos.
Vivos y difuntos tienen la misma apariencia física y el mismo comportamiento. Sólo la nocturnidad y la etereidad diferencian el comportamiento difunto del comportamiento viviente.
La muerte mapuche no produce nuestra destructiva disociación entre el alma y el cuerpo y, en consecuencia, no es una discontinuidad de la vida, sino más bien un cambio en algunos aspectos —relativamente superficiales— del vivir.
— Adalberto Salas. El Mapuche o Araucano. Fonología, gramática y antología de cuentos. (1992: 265-266, 267-268)