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Cambios en düngupeyüm

Desde julio de 2023 nuestro analizador morfológico viene siendo modificado. Por una parte se están adaptando etiquetas debido al renombramiento de algunos sufijos y otros elementos del mapudüngun. Por otra, el sistema puede presentar cambios en lo que se refiere a los análisis, ya que puede variar la interpretación de la formación de temas verbales. Todos estos cambios, o los que lo ameriten, serán publicados en artículos que los justifiquen desde un punto de vista teórico-lingüístico.

Ngürü engu Rakimachi (El Zorro y la Bandurria-Machi)

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  • Ngürü engu Rakimachi (El Zorro y la Bandurria-Machi)

Los epeo de animales presentados en las secciones anteriores, tie­nen todos en común el estar motivados en la confrontación y el con­flicto entre el zorro y otros animales del área. El cuento siguiente se aparta de esta línea temática. Fue narrado en 1984 a Arturo Hernández por Remikyo Marillan, de unos 65-70 años, de Almagro, Nueva Impe­rial, IX Región.

En el epeo de Remikyo, el hilo narrativo es muy tenue: en realidad, es sólo un pretexto para la presentación de una irreverente parodia de uno de los componentes más valorados de la vida ritual mapuche: el machitun o ceremonial de recuperación de la salud, oficiado por un chamán o hechicero, llamado machi o fileo.

Para los mapuches de orientación tradicional, la enfermedad y la muerte son efecto de la malévola acción de los kalko, o personas ca­paces de manipular los espíritus, fuerzas y criaturas del mal, y hacerlas recaer sobre sus víctimas. El daño producido por el kalko puede ser anulado o neutralizado —o intentar serlo— por el machi, que es una persona que por señalización divina y largo entrenamiento, tiene poder sobrenatural (püllü que le permite, en estado de trance hipnótico (küymin), ponerse en comunión con la divinidad (Ngünechen o Ngünemapun) y exorcizar los espíritus malignos que causaron la enfermedad.

Antiguamente, los machi eran hombres que oficiaban con atuendo femenino, con lo que se simbolizaba la síntesis de ambos sexos en una sola persona, de acuerdo con la concepción de la divinidad como un ser que tiene los atributos masculinos y femeninos. En la actualidad, esto ha cambiado en el sentido de que parecen ser más frecuentes las mujeres machi que los hombres machi, pero todavía hoy, los hombres machi sirven su ritual con vestuario femenino.

Los machi son personas consagradas, que cumplen la función más importante en la religiosidad mapuche: servir de intermediarios entre la divinidad y la humanidad, tanto para los propósitos de celebración del ngillatun o ceremonia de rogativa por el bienestar de toda la co­munidad, como para la defensa y protección del individuo ante la ma­lignidad de los kalko, especialmente para los efectos de la curación de las enfermedades que éstos causan. Los machi son pontífices a través de los cuales se manifiesta la "religio" o relación de continuidad entre Ngünechen y los hombres.

En función de este papel, los machi detentan la posición de ma­yor prestigio social: en sus comunidades viven rodeados de un aura de reverencia, respeto, reconocimiento y temor. La personificación del machi en una bandurria (raki) a la que se le atribuye una conducta ri­dículamente vanidosa y arrogante, es en la percepción mapuche, defi­nitivamente irreverente.

En su calidad de terapeuta, el machi ejecuta tres ceremoniales dis­tintos: el dakutranan y el ülütukutranan, que se aplican a enfermedades leves, y el datuwün, prescrito para las enfermedades graves, con peligro de muerte. La palabra machitun (literalmente "acción o accionar del machi"), en un nivel de contraste, abarca las tres manifestaciones ritua­les y en otro nivel, se refiere directamente al datuwün.

El datuwün es un ceremonial muy complejo, en el que interviene mínimamente el machi-, un intérprete o portavoz del machi, el dungumachife (literalmente "el que habla por el machi), alternativamente lla­mado "alentador de machi (ngüchalmachife); un llangkañ o pareja de baile del machi-, una mujer que acompañe en el canto al machi (yewülkülechi domo)-, y un grupo de hombres adultos que lancen alaridos pres­critos por el ritual —cuyo papel se expresa en las palabras afafafe o wekefafe.

El enfermo está tendido junto a la puerta de la casa, con un ramo de canelo (foye) junto a la cabeza y otros a los pies. El machi se sienta a un lado del enfermo y la mujer que acompaña el canto se sienta al lado opuesto. El machi canta y tamborilea su tambor ritual, llamado kultrung, o más informalmente rali "plato", por su forma, y mueve un sonajero de calabaza seca (wada). Los acompañantes hacen sonar unos cascabeles de plata (kadkawilla) y los afafafe lanzan los alaridos rituales. En esta parte de la ceremonia, es muy evidente la operación de la ma­gia verbal: el cántico del machi está orientado a poner en operación la fuerza realizadora de la palabra. Luego, todos los participantes beben de una pócima de foye machacado, preparada por el machi. Para recibir el püllü o fuerza mágica que lo pone en diálogo con la divinidad allá en el locus sagrado (puel mapu "tierra de oriente"), es absolutamente ne­cesario que el machi pierda su conciencia individual y caiga en estado de trance hipnótico (küymin) en el cual será poseído por la divinidad, la cual hablará por su boca. Los afafafe lo ayudan a caer en trance, gritando y percutiendo rítmicamente sus bastones de chueca (wiño), en un crescendo alucinante. Ya en estado de trance, el machi recorre a la carrera la casa y sus alrededores, hablando ininteligiblemente y llevan­ do un tizón encendido (chomadwe kütral) con el que ahuyenta a los espíritus del mal (wemüwekufün literalmente "correcto de demonios"). El llangkañ va siempre bailando frente al machi y el dügnumachife está siempre al lado, atento a retener todo lo que el machi diga. El machi —todavía en trance— se sienta junto al enfermo y lo masajea con hojas calientes de canelo foye) y laurel (triwe), y se las deja aplicadas como emplastos o cataplasmas. Le practica al enfermo succión labial en dis­tintos lugares del cuerpo. Ejecuta, por encima del enfermo, diversos y complejos pases con el kultrung y con un ramo de foye. Para sacar del trance al machi, los afafafe vuelven a gritar y a entrechocar rítmicamen­te sus wiño.

Cuando el machi ha vuelto a la normalidad, el dungumachife le re­pite todo lo que dijo mientras estuvo en trance y propone una inter­pretación del mensaje que la divinidad entregó en el habla alucinada del machi. Finalmente éste da a conocer su veredicto último con res­pecto al destino del enfermo. La ceremonia es muy larga: empieza al mediodía y termina alrededor de la medianoche y, eventualmente, puede proseguir a la madrugada del día siguiente.

Hablando en sentido laxo, se puede usar la palabra ngillatun como sinónimo de machitun o datuwün, usada de esta manera, ngillatun sig­nifica algo así como "rogativa por la salud del enfermo, oficiada por el machi".

En sentido estricto, el ngillatun es un ceremonial de rogativa (la raíz ngilla significa precisamente "pedir, rogar"), que compromete co­lectivamente a los miembros de uno o varios lof (comunidad o grupo vecinal). En este sentido, alterna —en estilo informal— con las deno­minaciones trawün (literalmente "reunión") y kamarikun (literalmente "fiesta de agasajo y regocijo). En el ngillatun, se ruega a Ngünechen que traiga bienestar y prosperidad al grupo, que traiga a la tierra un clima equilibrado del sol y lluvia, y que aleje las calamidades y desastres, para que la tierra sea rica en cosechas y el ganado engorde y se multiplique en cría abundante y sana.

El ngillatun tiene dos componentes básicos: uno religioso y ritual, mundano y social el otro. El primero contiene un conjunto complejo de eventos estructurados alrededor del machi, que en estado de trance (küymin), recibe y repite el mensaje de la divinidad a los hombres, el cual es traducido a la comunidad por el dungumachife o ngüchalmachife.

El ritual en sí es muy complejo y presenta acusadas variantes de ejecución, de modo que la presentación siguiente ha de ser tomada con las debidas reservas. En un gran espacio despejado, usualmente la mis­ma cancha que se destina al juego del palin ("chueca"), se levanta un altar de rogativa (ngillatuwe), descrito como

kiñe futra trokiñ trarin foye katrün anüntukulelu lolo püllü meo. 
un gran montón, mantenido unido con amarras, de (ramas de) canelo cortado, que ha sido implantado en un hoyo en la tierra.

El machi y el ngüchalmachife bailan alrededor del ngillatuwe, y por todo el contorno del paliwe ("cancha de palin"), acompañados de hom­bres y mujeres. El machi toca su kultrung, una de las mujeres hace sonar la kadkawilla ("cascabel de plata"), algunos hombres tocan el kullkull (especie de trompa de caza hecha de un cuerno de vacuno), y otros, la püfüllka (pequeño pito monotónico hecho de madera). Uno o dos hombres hacen sonar sus trutruka (un aerófono hecho de un tubo de unos dos o tres metros de largo, a veces rígido, a veces enrollado en espiral, y rematado por un cuerno de vacuno o por un cono hecho de hojas de ñocha). Dos hombres jóvenes, con el rostro cubierto por tos­cas máscaras de madera (kollon), se desplazan de un lado para otro en­tre la gente. Todos dan vueltas alrededor del paliwe bailando y gritan­do. Algunos hombres llevan banderas, negras cuando piden lluvia, blancas cuando piden buen tiempo; negras y blancas cuando piden un año climáticamente equilibrado.

Agrupados alrededor del ngillatuwe, los hombres gritan y entrecho­can rítmicamente sus bastones de chueca (wiño), produciendo un ruido que induce el trance hipnótico del machi. Este sube bailando a lo alto del ngillatuwe y allí produce verbalizaciones ininteligibles, que serán más tarde interpretadas como mensaje de Ngünechen por el ngüchalma­chife. Al día siguiente se repiten los bailes y los desplazamientos alre­dedor del ngillatuwe y del paliwe. Arrodillado, el machi pronuncia una rogativa. Los hombres hacen aspersiones rituales con sangre de cordero y con muday, una chicha preparada con maíz fermentado. A gritos y golpes de wiño, los hombres inducen nuevamente el estado de trance en el machi, que sube bailando al ngillatuwe, y poseído por la divini­dad, produce nuevamente un discurso caótico, que ha de ser interpre­tado por el ngüchalmachife. Después tiene lugar el awün: los hombres montan en sus caballos y dan vueltas al galope, lanzando alaridos, al­rededor del paliwe, mientras el machi tamborilea su kultrung. A partir de ese momento, se puede considerar concluida la parte propiamente ritual del ngillatun. Empiezan a llegar los invitados de otros lof, y son recibidos y saludados por los anfitriones.

A continuación viene una gran fiesta, con carne asada y abundan­ tes cantidades de vino. Es una oportunidad propicia para que cada cual se relacione socialmente fuera del estrecho círculo de su familia inme­diata y de su patrilinaje. En particular, es una excelente ocasión para que la personas solteras formen parejas: hombres y mujeres de distin­tos patrilinajes se encuentran reunidos en un ambiente festivo, relajado y desinhibido.

En el epeo hay una breve referencia al ngillatun, que aparece trivializado, despojado de todos los componentes sagrados, reducido a la ca­tegoría de una fiesta mundana, a la cual el zorro va con ánimo de di­versión, a buscar mujeres y a comer y beber hasta caer dormido. Esta visión mundanizada del ngillatun es constante en los epeo.

En un sentido completamente diferente, este epeo recuerda la anti­gua cosmogonía mapuche, que concibe el cielo como un país o terri­torio (wenu mapu "país del cielo, país de arriba"), al que se puede llegar por la vía corta, volando, o por la vía larga, caminando hasta la línea del horizonte, donde está la frontera entre la tierra y el cielo (t'ufa trawutrawungelu mapu engu wenu, "aquí están chocando la tierra y el cielo", dice el protagonista de un cuento narrado por Maria Melifilo, en el momento en que llega al fin de la tierra).

Esto significa que la tierra se considera plana, y el cielo, como una bóveda que la cubre.

En la caricatura se han retenido los componentes esenciales más sagrados del machitun, tales como el canto mágico del machi, el tam­borileo del kultrung, los alaridos de los wekefafe (o afafafe) y, sobre todo, el objeto más importante de la liturgia del machi: el rewe, que es un grueso poste de madera, en cuya cara frontal se han labrado toscamen­te cuatro peldaños y una cabeza humana, terminado en una superficie plana, que permite que el machi se ponga de pie allí. Usualmente el rewe está implantado frente a la casa del machi, y cuando va a ser uti­lizado se le amarran por el contorno —exceptuada la cara frontal— gruesas ramas de canelo, dispuestas en sentido vertical, excediendo la altura del rewe en sí.

Gran parte de la comicidad de este epeo está motivada en que la ceremonia de machitun se aplicó a un cadáver destrozado. En alguna mediada, la lengua misma posibilita esta situación, ya que la raíz ver­bal monge significa tanto "vivir", como "sanar, recuperar la salud"; así, mongetupe puede entenderse como "¡que sane nuevamente!" o "¡que re­sucite!", de donde resulta un juego de palabras que hace todavía más risible el cántico de la bandurria, que arrogantemente declara que pue­de resucitar muertos de un año y más. En la realidad, el campo de la acción terapéutica del machi son los enfermos, no los heridos, ni mu­cho menos los cadáveres. Los machi sanan enfermos, no resucitan muertos. En el pasado se practicó el machitun a los difuntos, pero no para producir la resurrección, sino más bien para descubrir al kalko res­ponsable y tomar las medidas apropiadas, entre otras, la venganza de sangre. En este epeo, el efecto cómico se obtiene por deliberada viola­ción de las conocidas leyes físicas y metafísicas que en la cultura ma­puche rigen la vida y la muerte.

Tal como ya se ha visto, en la percepción nativa de los epeo de animales tiene gran incidencia el conjunto de creencias asociadas a un animal dado: la bandurria es tenida por ave de mal agüero, de donde resulta cómico encarnar en ella a un machi, intermediario de los hom­bres ante la divinidad para efectos de la salud individual y del bienes­ tar colectivo.

— Adalberto Salas. El Mapuche o Araucano. Fonología, gramática y antología de cuentos. (1992: 305-310, 314-315)

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