El primer epeo, narrado por Manwel Longkomil, en 1971, presenta uno de los atributos conductuales más prominentes de los kalko: su costumbre de reunirse en una cueva (rünü "cueva de los brujos" en oposición a lolo "cueva, en general"), custodiada por jotes (kanin) que ladran como perros, alejando a los intrusos. En el rünü, ejecutan su danza maléfica (dawpun) y los kalko femeninos hacen carreras (kuden) en las que apuestan la vida de sus hijos. Cada vez que pierden una carrera, deben pagar con la vida de uno de sus hijos, el cual enferma y muere. Es un relato muy sombrío y trágico: el afectado logra sustraerse a la malévola acción de su madre y la mata, cumpliendo el rito tradicional mapuche de la represalia o venganza de sangre.
— Adalberto Salas. El Mapuche o Araucano. Fonología, gramática y antología de cuentos. (1992: 269)